Vida de la colonia y sus obras
Una vista panorámica, fruto de la experiencia personal
Algunas palabras de introducción
IVO BORIĆ
Antes de iniciar el tema referente a la inmigración croata a Chile, y presentar a la colonia que ellos formaron en dicho país, objetivo que persigue este trabajo, no está demás exponer las causas que determinaron esa emigración, y que fueron las mismas que determinaron la emigración de croatas a la Argentina, y el resto de Latinoamérica, a Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Sudáfrica y Europa occidental. Antes de hablar del efecto de la emigración, es necesario señalar sus causas. Es imprescindible aclarar por qué, de uno de los países más ricos de Centro-Europa, cuya población apenas si alcanza a 4.000.000 de habitantes, emigraron en los últimos 130 años más de 2.000.000 de hombres y mujeres.
Sería más absurdo creer que las oleadas emigratorias de croatas, especialmente aquellas oleadas de principio del siglo, y las que se produjeron al finalizar las dos Guerras Mundiales -cuando tenían carácter de verdaderos éxodos,- pudieron haber tenido por motivo periódicas explosiones del espíritu de aventuras. La avidez de conocer otros horizontes, o el espíritu de aventura si así se prefiere, pudo haber guiado los pasos de un Marco Polo, hijo de la isla croata de Korčula. El espíritu de aventuras pudo haber guiado los pasos de algunos viejo marinos de Dubrovnik (antigua República conocida también como Rausa y Ragusa), que desde la Edad Media tripulaban naves de esa bandera, en viaje a Italia, España e Inglaterra, donde eran bautizados con el nombre de su ciudad, su provincia, o su país (Raus, Ragusso, Dálmata, Croato), haciéndose de nuevo a la mar, rumbo al Nuevo Mundo, quedando así definitivamente cortados de su tronco nacional. (Según antiguos escritos de navegantes de Hvar, Omiš y Lošinj, aquellos nombres de neto origen croata, eran conocidos en América ya a comienzos del siglo XV, lo que hace pensar que algún Raus o Ragusso, o Dálmata o Croato pudieron haber sido tripulantes de carabelas de Colón). Si tal sucedió, siempre se trataba de casos aislados muy común. Lo que nada tiene de común es el éxodo de más de dos millones de seres en solo 130 años, cifra que representa más de un 20 por ciento del actual caudal demográfico de Croacia; porcentaje superado únicamente por Italia y España en el mismo período. Esto habla con claridad que el fenómeno tuvo otro origen, y fue sin duda alguna de carácter político.
De un país nacionalmente oprimido, con limitaciones de todo orden impuestas desde más allá de sus fronteras, sin perspectivas de un pronto cambio de tal condición, el hombre emigra, huye de él, muy a su pesar. Y en esas condiciones se vive en Croacia desde hace siglos. Después de la invasión otomana de Bosnia y partes de Dalmacia, numerosos croatas se refugiaron en Burgeland (Austria), en los Abruzos y Molise (Italia), y en la propia metrópoli otomana. Tres siglos después, debido a la cada vez más intolerable presión que ejercía sobre Croacia la Viena imperial, y a partir de 1918, a causa de una política de sometimiento y desnacionalización practicada en tierras croatas por los gobernantes de Belgrado, centenares de millares de croatas se vieron obligados a dejar su país natal. Y en esa verdadera fuga nada tuvo que ver un supuesto espíritu aventurero.
La fuente de datos en los que se basa esta nota
No es esta la primera vez que se hable sobre la emigración de croatas a Chile, sobre las colonias que surgieron en numerosos puntos de ese país, y sobre hechos y obras que protagonizaron. En años no muy recientes, fueron varios los trabajos publicados sobre el mismo tema. Pero algunos de los trabajos adolecían de una falta de enfoque general, reflejando solo parcialmente la vida y el desenvolvimiento de la colonia. Publicáronse también otros, más amplios, pero negativos y funestos, puesto que sus autores, además de pasar por alto importantes aconteceres, se «olvidaron» de registrar como croata a dicha colectividad, se «olvidaron» de llamar croatas a sus hombres representativos, y de considerar croatas a sus instituciones sociales, culturales y patrióticas. Por eso, para labrar esta nota, debióse recurrir a otras fuentes, pasando por alto los trabajos aludidos.
En contraposición de los casos citados, aquí se hablará de la colonia abarcando sus poco menos de cien años de vida. Se tomará como punto de partida el año 1864, en que se inició la inmigración de croatas a Chile, hasta 1956, año en que fueron reunidos los datos que aquí se presentan. Para su mejor entendimiento, la inmigración y el posterior desenvolvimiento de la colonia se dividen en cuatro períodos. El primero, de 1864 a 1890 corresponde al lapso inicial con una colonia poco numerosa. El segundo fue el de una inmigración masiva, interrumpida por el estallido de la Primera Guerra Mundial, es decir, de 1890 a 1914, años en los que la inmigración era masiva. Durante el tercer período, de 1920 a 1939, el ingreso de inmigrantes fue menor que en el anterior, y quedó interrumpido por el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. A la cuarta y última etapa le corresponden los años que corrieron de 1946 hasta 1956, durante la cual solo un reducido número de croatas se estableció en el país. Además de enfocar panorámicamente los cuatro períodos de inmigración, se presentarán hechos sobresalientes de la vida de la colectividad, y lo que ésta representó para Chile y para su propia patria.
Los datos obtenidos que aquí se ofrecen fueron reunidos en los años 1955-56 por este autor, cuando editaba en Santiago la revista «Jadran». Debido a aquella circunstancia visitó Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Viña del Mar, Quillota, San Antonio, Llolleo, Rancagua, Talca y otros puntos, donde se relacionó con descendientes de inmigrantes de la primera hora, y con algunos sobrevivientes del oleaje establecidos allí entre 1890 y 1914. Entre los primeros cabe mencionar a los hermanos Jordan, los hermanos Katunarić, los hermanos Rendić, la doctora Elena Ančić de Barrios, Carmen Ostojić, Radomiro Tomić y los hermanos Jorge y Víctor Matetić. Entre los mencionados en segundo lugar figuraban Nicolás Trevižan, Vicente Kusanović, Domingo Perić, Milivoj Paravić, Jorge Žmirak, Antonio Marušić, Antonio Mimica, Miguel Poklepovic y Jorge Petrinović. Lo que aquí se registra es, en su mayor parte, lo que ellos recordaron y relataron. Ciertos datos pudieron ser extraídos de unos pocos ejemplares de antiguos periódicos como «Sloboda» (La Libertad) y «Domovina» (La Patria), y también de tres Libros de Actas de sociedades ya desaparecidas, que algunos de los entrevistados aun conservaban.
Lo que se rescató en aquella oportunidad, y salvó de un posible olvido total, se hizo sobre el filo de la hora 24 de vida de la vieja colonia. Hoy sería poco menos que imposible intentar el rescate, puesto que los inmigrantes de los dos primeros períodos se han extinguido. Y sus nietos tal vez conserven, como único recuerdo de los pioneros de la colonia, algunas fotos de «abuelos con paisanos».
Ahora, al pasar al objetivo de la nota, se desea subrayar que esta no pretende ser una historia completa, cronológicamente tejida, del proceso inmigratorio, ni de la colonia. En primer lugar, porque las historias, aun tratándose de la correspondiente a una colectividad, no se escribe ni se sintetiza en un par de carillas; y, en segundo lugar, por el temor de que algunos hombres de real relieve, y hechos que pudieron haber protagonizado, no hayan sido rescatados. Existe el temor de que algo pudo haber quedado cubierto por el manto del olvido. Es que los croatas en Chile -lo mismo que en otras partes-, trabajaron, crearon, inventaron, pero, tal vez en muchos casos, no se preocuparon en registrar sus realizaciones y sus nombres. Y las obras quedaron, pero sus autores pasaron al anonimato. Posiblemente ellos ni imaginaron que con sus aportes al progreso de su nueva patria, prestaban a la vez incalculables servicios a su patria de origen. Ellos, -y no fueren los únicos-jamás pensaron que sus obras representaban para Croacia su mejor carta de crédito; que eran sus genuinos embajadores. Lo dicho aclara por qué la nota no pretende ser la historia de la colonia croata en Chile; es tan solo un manojo de datos que como tal se ofrece a aquellos que un día escribirán la historia de toda la Croacia emigrada.
Los croatas en el norte de Chile
Los primeros emigrantes croatas que llegaron al norte de Chile fueron dos hermanos Buratović y dos hermanos Palaveršić, oriundos de la isla de Hvar, y ocurrió en 1864. Durante los primeros años residieron en Iquique, donde se dedicaron al comercio, para luego radicarse definitivamente en Antofagasta.
Nada se sabe respecto a posibles nuevos emigrantes durante los tres años siguientes. Pudo establecerse, en cambio que en 1868 arribaron a Iquique los hermanos Juan y Pedro Ivanović, nacidos en Sutivan, isla de Brač. Después de permanecer allí un corto tiempo, también los Ivanović se dirigieron a Antofagasta, en aquel tiempo solo una aldea, formada por grupos de viviendas de madera y otros materiales livianos. Como guiados por una firme convicción que aquélla llegaría a ser la zona de un gran futuro, los hermanos Ivanović fundaron en el poblado el primer comercio importante de ramos generales, y una empresa de construcción, que fue conocida durante mucho tiempo por el nombre de «Compañía Comercial y Constructora, Ivanovic y Cía.» Los primeros edificios levantados allí sobre bases de la concepción arquitectónica europea fueron obra de dicha empresa, y significó el primer paso en la transformación de la aldea en ciudad.
Entre 1868 y 1890 llegaron a Iquique y Antofagasta pequeños grupos de croatas, entre ellos Miguel Lopižić, Luis Moro, Remigio Gazzari, Jerónimo Janković, Antonio Vrsalović, Jorge Sabioncello, Pedro Marinković, Marcos Cicarelli, Juan Sargo, los hermanos Luis y Pablo Mitrović, los hermanos Lujak, los Stjepović, Lukšić, Lukinović, etc. Al año de haberse establecido en Antofagasta, Remigio Gazzari se destacaba como hombre emprendedor y talentoso, por lo que fue llamado a ocupar un alto cargo en la Administración de Ferrocarriles ingleses; mientras los Mitrović, Janković, Sabioncello, Lukšić y Vrsalović, apoyados por los hermanos Ivanović, por entonces dueños de la más activa y sólida empresa de todo el norte chileno, se iniciaban en comercio y pequeña industria.
Hasta el año 1889, la explotación de salitre, presente por doquier en las pampas antofagastinas, iquiqueñas y en el desierto de Atacama, no se efectuaba en gran escala. Luego de explorar extensas zonas, algunos inmigrantes croatas se dispusieron al impulsar esa explotación, con métodos rudimentarios. El primero entre ellos, que ya en 1886 había organizado su «oficina» (administración de la planta) en la pampa antofagastina fue Pedro Marinković y su empresa llevaba su propio nombre. Poco después se inician en esas mismas actividades, en Iquique, Stjepović y Kraljević, fundando «oficinas» «Diana» y «Constancia», respectivamente.
Como el salitre despertara cada vez mayor interés en el mercado internacional, en 1890 también los hermanos Luis y Pedro Mitrović se suman al grupo de empresarios salitreros. En contados años, los Mitrović llegaron a poseer una cadena de «oficinas», iniciando así su ascenso a la categoría de verdaderos magnates.
La veloz evolución y prosperidad de empresarios, nombrados, indujo a nuevos compatriotas a dedicarse a las mismas actividades; y pronto, un apreciable número de ellos ocupaba posiciones jamás soñadas. Entre éstas cabe mencionar a Remigio Gazzari, los hermanos Buratović, Luis Moro, Pedro Pavičić, Juan Sargo, Pedro y Pablo Vodnica, Marcos Cicarelli, los hermanos Banić, Lonza y Martinović. En aquellos años la colonia croata de Antofagasta, en su conjunto, ya había conquistado una posición económica tan sólida, que su prosperidad llegó a reflejarse ampliamente en la ciudad. En efecto, hombres de la colonia fundaron la «Usina Eléctrica», y su director fue Luis Mitrović. Fundaron también al mismo tiempo la «Compañía de Teléfonos», que funcionó durante un largo tiempo bajo la dirección de Jerónimo Janković. Pocos años después la firma «Baburizza y Lagarique» construye el puerto de Antofagasta.
No sería justo dejar de mencionar que no todos los hombres de la colonia que participaron en la colosal empresa del salitre lograron convertirse en magnates; algunos solo fueron modestos tentadores de fortuna, mientras que un número de ellos, nunca conocido, dejó sus huesos en las pampas de Antofagasta, Iquique y Atacama. En relación a esto, y que representa una página dramática de la fiebre del salitre, Nicolás Trevižan, nacido en Bobovišće, isla de Brač, narró con detalles cómo «muchos paisanos» murieron sepultados por tempestades de arena, durante exploraciones de terrenos, o cuando llevaban abastecimientos, a lomo de mulas, a alejadas «oficinas». Relató también que, cuando vientos contrarios levantaban la arena acumulada, aparecían esqueletos de «paisanos» y de sus mulas.
Pascual Baburizza Šoletić
El hecho de que dentro de una nota, no suficientemente extensa, se dedique un espacio relativamente amplio a dos hombres surgidos de la colonia croata, obedece a dos razones. En primer lugar, porque, al haberse dedicado a diversas actividades empresarias y financieras, y por haber tomado parte activa en el quehacer social, cultural y patriótico de la colectividad, no resultaba difícil obtener datos sobre ellos; y en el segundo, porque, al presentar la obra por ellos realizada será más fácil comprender de lo llevado a cabo por la colectividad en su conjunto.
Pascual Baburizza Šoletić nació en la isla de Koločep, comuna de Dubrovnik, en 1875. Emigró a Chile en 1892, estableciéndose en Iquique, donde se empleó en la firma de su coterráneo Lujak. Joven dotado de talento, y de una iniciativa poco común a esa edad, pronto se destaca en dicha firma. En 1893 ya se independiza, fundando su propia empresa comercial. Poco tiempo después se une a Remigio Gazzari, y entre ambos organizan centros abastecedores de «oficinas» salitreras. Fue en su nueva empresa donde Baburizza pone de manifiesto más notoriamente su inteligencia y afán de progreso, con lo que se gana la confianza de connacionales y la buena voluntad de autoridades chilenas.
Antes del fin del siglo, cuando aun no había cumplido los veinticinco años, Baburizza inicia la compra de empresas salitreras; en otras ingresa en calidad de accionista. Así surgieron las firmas «Baburizza Lukinović y Cía.», «Baburizza, Cicarelli y Cía.» y «Baburizza, Bruna y Cía».
Algunos años más tarde, en 1913, con Francisco Petrinović, funda una nueva firma salitrera, con el nombre de «Baburizza, Petrinovic y Cía.». Fue en esa ocasión cuando se unieron por primera vez dos hombres de negocios croatas, complementándose y apoyándose mutuamente durante largos años, hasta el fallecimiento de Baburizza. En el mismo año 1913, las empresas salitreras de Baburizza, junto con las firmas «Marinkovic y Cía.», «Mitrovic y Cía.», «Juan Sargo y Cía.» y otras de menor volumen, llegaron a controlar el 63 por ciento de la explotación salitrera, y negocios anexos de salitre.
Antes de estallar la Primera Guerra Mundial las actividades de este magnate habían traspasado las fronteras de Chile. En numerosas ciudades y puertos de América y Europa, en Liverpool y Londres en primer lugar, funcionaban otras empresas o agencias de Baburizza.
En su ininterrumpido avance, el nivel más alto alcanzado por este hombre extraordinario prodújose entre los años 1920 y 1925, cuando totalizaban 23 sus plantas de salitre. En ese mismo tiempo era dueño también de emporios abastecedores de «oficinas» en general. Poseía maestranza, empresas industriales, diversas empresas de transportes, compañías de seguros. A su vez, era propietario de grandes edificios en Valparaíso, Santiago, Antofagasta e Iquique, y accionista de instituciones bancarias. Una importante finca en Valparaíso, y la «Hacienda Ñuble y Rupanco», esta última dedicada a la fabricación de quesos, fueron también propiedad suya.
Después del año 1920, al fundarse sociedades navieras en Split y Dubrovnik, Baburizza ingresa en dichas sociedades en calidad de uno de los accionistas más importantes. Años después, junto con Petrinović, intervino en la fusión de aquellas sociedades en «Compañía Atlántica de Navegación Ivo Račić S. A.». Algunos de sus contemporáneos en Santiago afirmaban que en un tiempo fue accionista de la empresa de su amigo y coterráneo, magnate naviero croata-argentino, Nicolás Mihanović.
Toda la fortuna de Baburizza nunca fue bien conocida. Unos pocos sobrevivientes, entre sus contemporáneos de Valparaíso y Santiago, afirmaban que dicha fortuna superaba los 1.000 millones de dólares. Respecto a bienes que manejaba se tejieron no pocas versiones; y una de ellas, que no pudo ser confirmada, sostenía que Baburizza fue el firmante del cheque con cifra más fabulosa de su tiempo contra una cuenta bancaria particular en un banco de Londres. El nombre del banco, y la cantidad girada no fue posible conocer. En 1956 ya no era fácil rescatar datos respecto a algo que habría sucedido treinta años antes.
Lo que antecede constituye al menos algunas facetas de la intensa vida de Pascual Baburizza como empresario y hombre de finanzas. Pero en el reverso de esa personalidad tan definida, y en abierto contraste para el concepto de muchos, había otra imagen, la imagen de un hombre tierno, comprensivo, de corazón abierto; la de un benefactor y filántropo; la de prototipo de dálmata.
Como hijo de la otrora libre República de Dubrovnik, fiel a sus más arraigadas tradiciones, Baburizza vivió y actuó siempre como un hombre libre, como demócrata, como un buen croata. Hombre de empresa, supo amasar riquezas, pero también supo realizar obras sociales y humanitarias en el medio en que se hallaba, y también en Croacia. A muchos de sus centenares de obreros y empleados, chilenos y croatas, ayudábales a superarse social y económicamente. Ayudaba monetariamente a las instituciones sociales, culturales y patrióticas croatas, formando parte, de alguna manera, de todas ellas.
Durante la Primera Guerra Mundial una y otra vez enviaba abultadas sumas de dinero a los croatas prisioneros de guerra, a través de la Cruz Roja; otras sumas, igualmente abultadas, donaba al fondo de propaganda aliada. Concluida aquella contienda, aunque no con resultados que él esperaba, pues, según lo expresara ante algunos de sus amigos, «se dejaron de un lado los 14 puntos del Presidente norteamericano Woodrow Wilson», Baburizza desborda su generosidad a favor de necesitados en Croacia. Su ayuda se materializa a través de las instituciones «Domus Cristi», «Blago Dilo», «Javna Dobrotvornost», «Dom Staraca» y «Dječje Zaklonište», todas en Croacia. Hace construir escuelas e iglesias, y funda el «Instituto Ruđer Bošković». Además, reiteradamente enviaba ayuda monetaria al fondo de «Hrvatski Radiša» (El Croata- Laborioso) de Zagreb, la más grande y benemérita institución en el país, a través de la cual aprendieron artes y oficios, y recibieron enseñanza secundaria muchas decenas de millares de jóvenes croatas.
Empero, ese hombre singular no fue menos generoso con su segunda patria, Chile. Donó allí a la comunidad su fundo en Los Andes, destinándole a una escuela agrícola, y dinero para su sostenimiento. En efecto, en el fundo fue levantado el «Instituto Agrícola Modelo Pascual Baburizza», que fue dirigido durante largo tiempo por el ex- gerente general de las firmas de Baburizza, Boško Babarović. Dejó su finca «Olivares» (hay Parque Salitre), en Valparaíso, a la comuna de dicha ciudad. En la finca había hecho plantar árboles nobles de lugares más remotos, figurando entre esos árboles un nogal, un olivo y una higuera, traídos expresamente desde Dalmacia. Donó dinero para la fundación del «Instituto para la Investigación de las Enfermedades de la Sangre», al que después de su muerte financiara su sobrino Juan Baburizza. Hizo entrega también a la ciudad de Valparaíso de su Galería de Cuadros, 99 obras en total, pintadas por cotizados maestros del siglo pasado y del presente. Dicha donación dio lugar a la fundación del Museo de Bellas Artes, de la calle Condell. Además, en no pocas ocasiones ayudaba económicamente a la fundación «Jadranska Vila» (Hada del Adriático), de Santiago.
En 1929 Baburizza se retiró del negocio de salitre, vendiendo todas sus empresas a la firma inglesa «Guggenheim». Poco después murió, dejando una trayectoria de hombre de bien, y quedando en paz con Dios, con el pueblo chileno y con los croatas.
Francisco Petrinović Karlovac
Otro inmigrantes que en su época desempeñó un notable rol en la obra de progreso de Chile, fue Francisco Petrinović Karlovac, nacido el 13 de marzo de 1882, en Supetar, isla de Brač. En 1900, luego de finalizar sus estudios secundarios, y disconforme con la realidad en que se debatía su tierra natal, gobernada por los Habsburgos, emigró a Chile. Radicóse en Antofagasta, donde, durante un tiempo, fue empleado de la firma «Ivanovic Hnos. y Cía.». En 1906, se radica en Santiago, para fundar allí una empresa comercial e industrial. En 1913 ingreso en la firma salitrera «Baburizza, Bruna y Cía.», la que a partir de entonces es conocida por su nueva denominación, «Baburizza, Petrinovic y Cía.». Dieciséis años después, cuando se inició la venta de las grandes empresas salitreras, también ésta fue vendida a la firma inglesa «Guggenheim».
En el mismo año 1929, Petrinovic reestructura su firma comercial de Santiago, conocida a partir de entonces bajo el nombre de «Francisco Petrinovic y Cía.», en la que incluye negocios diversos, transportes marítimos, industrias y su «Hacienda Chacabuco», productora, envasadora y exportadora única de aceite de oliva chileno. Simultáneamente, organiza otra empresa en Londres, denominándola «Francisco Petrinovc y Cía. Limitada». También fue uno de los principales accionistas de «La Fabulosa Mines Co.», productora de estaño, con sede en La Paz, Bolivia.
Lo mismo que Baburizza, a quien le unían no solo asuntos de negocios sino, primordialmente, una sincera amistad, afecto y convicciones comunes, también Petrinovic aporta capitales a sociedades navieras surgidas en Split y Dubrovnik; que luego, como fuera dicho, se fusionan en la «Compañía Atlántica de Navegación Ivo Račić S. A.». Y en 1939 funda su propia empresa de navegación transoceánica.
No será difícil imaginar cuánta dedicación y cuán enormes sacrificios representaba para este hombre la atención de tan numerosos y variados negocios. Sin embargo, cometeríase un error si se creyera que dicha atención podía impedir vivir confundido con su colectividad, o formar parte de sus instituciones y ayudarlas económicamente. Supo él estar siempre en todas partes, y cumplir con todas sus obligaciones. Bregó incansablemente por la separación de Croacia del Imperio Austro-húngaro, y con más determinación durante la contienda de 1914. (Sobre la actitud asumida por Petrinović en aquellos años, que fuera cuestionada y polemizada en su tiempo, se hablara más adelante).
Francisco Petrinović amó entrañablemente a su isla, Brač, y a su provincia, Dalmacia, de la que decía era «un rincón del paraíso». Su amor él lo practicaba, a lo largo de su vida, y en primer lugar, prestando ayuda económica a su pueblo natal, Supetar, y a su isla, en forma directa, y apoyando instituciones culturales y caritartivas de Croacia toda. También, en repetidas ocasiones, enviaba importantes sumas de dinero a la institución «Hrvatski Radiša», de la capital croata.
A esta altura de la narración cabe admitir la posibilidad de que algunas interesantes facetas de la vida de Francisco Petrinović no fueron muy conocidas, razón demás para hablar de las conocidas. Se ha dicho más arriba cuánto ha amado este hombre a la tierra que lo vio nacer. Sí, la amó tanto que no concebía entregarse al último sueño en ningún otro lugar. Por eso, en la plenitud de su vida, diseñó con su propia mano, y luego hizo construir un monumental mausoleo en su pueblo natal, dejando a su familia un ruego supremo en el que pidió que, dondequiera se extinguiera su vida, sus restos fueran trasladados a ese mausoleo, al lado de sus padres. La conmovedora resolución es precisamente una de las facetas poco conocida de Petrinović. De la misma faceta habla también el propio mausoleo, del que, como fue dicho, él mismo fuera artífice intelectual. Lo construyó el escultor splitense Toma Rosandić, y era su obra maestra en su tipo. Las líneas arquitectónicas del mausoleo, sus ornamentos y símbolos, su portal de bronce en el que, en altos relieves, es presentada la eterna lucha entre el bien y el mal, con el triunfo del bien, más otros detalles que armonizan con el conjunto, constituyen un himno sublime de devoción, de recogimiento, plegaria, piedad y amor; amor a lo eterno, amor a sus padres, amor a su patria. Y en ello precisamente ha quedado reflejada la vida, la verdadera vida de Francisco Petrinović.
A fin de conocer algo más sobre esta interesante figura, este autor, entre otros, preguntóle en una ocasión a su hermano Jorge, cómo era, cómo pensaba y qué se sentía Francisco. En su respuesta quedó todo definido. «No puede negarse que Francisco fue un hombre de empresa, un hombre de finanzas, un caballero de los solares de Nueva York y Londres. Pero su verdadera esencia fue otra. Era un hijo cariñoso, un padre y esposo tierno, un buen hermano, un amigo leal. Era piadoso y creyente. Se sentía un hombre libre, un demócrata. Se sentía también un «veliki» (gran) supetrense, un «veliki» Brachense, un «veliki» Dálmata, un «veliki» Croata, y tanto se sentía croata que a su hijo, nacido en Inglaterra, lo bautizó con el nombre de Ivo. Y todas esas cualidades armonizaban en él» .Luego añadió: «Si después de tantos «veliki» aun ha quedado algo, que con ese «algo» se quedan los que se lo disputan». En los mismos términos, respecto a la personalidad de Petrinović, se expresaba el doctor Ilić, su ex apoderado en Split, refugiado en Chile después de la última contienda.
Hubo también otros croatas quienes, con su trabajo y sacrificio fueron la fuerza motriz del milagro del norte chileno, y que prestaron innegables servicios a su tierra natal. Entre los muchos que fueron, cabe mencionar a los Buratović, Palaveršić, Ivanović, Gazzari, Lukinović, Marinković, Lujak, Mitrović, Sargo (el benefactor de Milna). Cada uno de ellos se hizo merecedor de largos capítulos en esta nota, pero faltaron datos para ello. Es que en 1956 había quedado atrás la hora 24 en la vida de la vieja colonia. No obstante, como una sincera expresión de gratitud hacia ellos, y hacia aquellos quienes ni sus nombres dejaron, lo menos que puede hacerse es reconocer que, de alguna manera, posibilitaron el surgimiento de aquellos dos gigantes de la Croacia emigrada: Pascual Baburizza y Francisco Petrinović.
Reflexiones sobre algunos hechos políticos, ocurridos en 1916, en los que Petrinović debió jugar un papel protagónico
Sin que ello represente una desviación en el tema que hasta aquí se sigue antes de proseguir es necesario hacer algunas reflexiones sobre ciertos hechos ocurridos en la colonia croata de Chile a mediados de la Primera Guerra Mundial. Como se sabe los hombres de la colonia procedían todos de Dalmacia, del Litoral Croata y, en número no elevado, de Istria. Por lo tanto, todos eran croatas, y sería monstruoso, ponerlo en duda. Pero dichas provincias croatas -verdaderos almácigos de emigrantes- por espacio de varios siglos, permanecieron sometidas y formaban parte de Austro-Hungría. En consecuencia, la colonia croata en Chile oficialmente era considerada austro-húngara. Al estallar la guerra de 1914, presentósele a la colonias a sus hombres de empresa en primer lugar, una situación imprevisible. Por considerarlas propiedad de ciudadanos de un país enemigo, sus empresas de salitre, y otras del resto de Chile, era registrada por los Aliados en su «Lista Negra».
Frente a la nueva situación, aquellos empresarios, con Baburizza y Petrinović a la cabeza, apelaron a todos los recursos posibles para que se los excluyera de aquella Lista, pues les amenazaba una ruina total. Es que su mejor mercado eran precisamente los países constituídos en Aliados, y estos se les cerraban sin contenplación alguna.
A todo esto, ya en los comienzos de la guerra algunos emigrados y refugiados políticos croatas, eslovenos y serbios, residentes en París y Londres, con miembros del gobierno serbio en exilio, planificaban la organización de un movimiento pro unificación de eslovenos, croatas, montenegrinos, macedonios y serbios en un solo Estado. Como expresión inmediata de ese plan surge en la capital británica el llamado «Comité Yugoslavo», en cuyo programa de acción figura la realización de una intensa propaganda entre emigrados de nacionalidades arriba mencionadas a favor de la unificación de sus respectivas patrias. Figuraba también el reclutamiento de voluntarios que entrarían en acción en momento oportuno para ayudar a materializar aquel objetivo. En lo básico, en esto consistía la llamada «Idea Conductora» (Misao Vodilja) del «Comité Yugoslavo», en el que ingresaron, por iniciativa propia, los doctores Trumbić y Supilo, y el escultor Ivan Meštrović, croatas.
Conocedor de la existencia y de las aspiraciones del flamante organismo, en un todo coincidente con la línea política aliada de aquel momento; conocedor también de la angustiosa situación por la que atravesaban los empresarios de origen croata en Chile, debido a su inclusión en la «Lista Negra», un alto personaje de un país aliado, amigo de Petrinović, sugirióle a éste su adhesión, y la de sus compatriotas empresarios al «Comité Yugoslavo», como paso previo a la exclusión de sus empresas de la «Lista Negra». La opción de aquellos empresarios, en especial los salitreros, consistía en adherirse al organismo surgido en Londres, o correr el riesgo de su quiebra. No quedaba margen para una tercera posición. Y Petrinović, y los demás empresarios, adhirieron. La concretización inmediata de dicha adhesión fue la fundación del «Comité de Defensa Nacional Yugoslava» (Jugoslavenska Narodna Obrana), con sede en Antofagasta.
En 1916 realizóse en Antofagasta un congreso de la «Jugoslavenska Narodna Obrana», convocado para hacer conocer a los delegados asistentes los alcances de la «Idea conductora», y determinar, a su vez, cuál habría de ser el camino que seguiría la colonia a partir de entonces. Según lo manifestara Jorge Petrinović en 1956, la mayoría de congresistas aceptó los términos de la «idea conductora»; no así, sin embargo, ciertos delegados encabezados por Milivoj Paravić, quienes estuvieron de acuerdo con los objetivos de la política de guerra aliada, especialmente con el punto que se refería a la liberación de pueblos oprimidos por Austro-Hungría, pero dejando puntualizado que ni Antofagasta, ni París, ni Londres eran lugares apropiados para tratar sobre el futuro de Croacia. Esta posición fue pasada por alto. A partir de entonces la colonia no solo quedaba adherida al «Comité Yugoslavo», sino que ayudó a sostenerlo con fuertes sumas de dinero. Después del congreso de Antofagasta las viejas instituciones croatas fueron desapareciendo. Hasta aquí el papel que le tocó desempeñar a Francisco Petrinović en un momento crucial para la vida de la colonia croata en Chile.
La colonia en el sur de Chile
La llegada de los primeros inmigrantes croatas al sur de Chile tuvo lugar al promediar el siglo XIX. En ese tiempo el estrecho de Magallanes fue la única, vía de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico. Por esa vía, transportando producto y mercancías a Chile y Perú, surcaban veleros españoles, genoveses, triestinos, ingleses y, según afirmaciones de viejos navegantes, también los de Dubrovnik. Al llegar a Punta Arenas, posiblemente atraídos por el oro, cuya existencia en Magallanes no era desconocida por europeos, era inevitable que algunos tripulantes de veleros desembarcaran allí. Entre aquellos tripulantes casi siempre hubo croatas; lo que no resultará difícil explicar si se tiene en cuenta la secular tradición marítima croata, pues ya en los comienzos del siglo X Croacia fue una potencia marítima de primer orden. En consecuencia, los hombres de las costas de Dalmacia y del litoral croata todo, siempre eran atraídos por el mar.
El capitán Božo Bogunović, nacido en Baćina, distrito de Makarska, quien llegó al Río de la Plata en 1873, y murió en Buenos Aires cincuenta y cinco años después, afirmaba que marinos dálmatas, istrianos y litoraleños croatas, tripulantes de veleros de distintas banderas europeas, fueron los fundadores de pequeñas colonias croatas en la Argentina, Uruguay y Chile.
En la época señalada el territorio de Magallanes contaba solo con una escasa población, y Punta Arenas era un pequeño poblado. Por entonces las autoridades no oponían obstáculos al ingreso de extranjeros, y solo se llevaba sobre ellos un control rutinario. Pero debido a aquella falta de control siempre ha resultado difícil obtener datos respecto a los inmigiantes croatas, u otros, establecidos en el sur chileno en la primera hora.
Hilvanando relatos de viejos residentes, y de descendientes de aquellos que se establecieron allí en aquella primera hora, se llega a la conclusión que entre los primeros -posiblemente los primeros- inmigrantes llegados a Punta Arenas figuraba el piloto Pedro Zambelić y el capitán Mateo Paravić, el primero oriundo de las Bocas de Cattaro y el segundo del Litoral Croata. Y fue en 1870. En los años siguientes, nuevos tripulantes desembarcaron en aquel poblado, y se inició la inmigración propiamente dicha de familiares y coterráneos de los ya establecidos. Por encontrarse Punta Arenas en aquel entonces en un proceso de organización, algunos de los inmigrantes participaron desde el primer momento en ese proceso, interviniendo en obras de progreso y formando parte de instituciones locales. Tal era el caso, entre otros, de Simón Juan Paravić (sobrino de Mateo), Andrés Sviličić, Mateo Mihaić, Natalio Foretić, Pedro Zambelić, Esteban Buntjelić, Simón Pizzulić, Jorge Škarmeta, Tomislav Goić, los hermanos Radulović, los Kordić, Mišević y Radić.
El piloto Pedro Zambelić, después de efectuar peligrosas exploraciones, y realizar prolongados estudios, confecciona y luego entrega a las autoridades locales la hasta entonces más completa carta topográfica de Magallanes. Natalio Foretić inicia la construcción de los primeros edificios y viviendas que el proceso transformador de una aldea en ciudad reclamaba, figurando en primer lugar el edificio del «Banco de Tarapacá y Londres», la maestranza naval, el apostadero naval y la Administración del Puerto. Simultáneamente, junto a Simón Pizzulić organiza los primeros hornos de ladrillos; mientras que los hermanos Radulović se dedican a la búsqueda de oro.
En 1890 el número de croatas afincados en Punta Arenas se acercaba a 200, y algo menor era el del resto de Magallanes. Ese mismo año Pedro Zambelić había adquirido el cutter «Juanito», en el que transportaba mercaderías en general entre aquel estrecho y el puerto de Valparaíso. Su ejemplo lo sigue Esteban Buntjelić, con su cutter «Dalmacia», transportando carga general entre Punta Arenas y los canales sureños. Mateo Paravić, y su hermano Simón, con sus cutters «Bakar» y «Kvarner, realizan viajes regulares entre el sur de Chile y la Patagonia argentina. Por su parte, Andrés Sviličić, propietario de la goleta «Sara» y del cuter «Jadran» inagura su propia línea de transportes, entre Punta Arenas y los puertos intermedios hasta Valparaíso. A la misma ruta se incorporan Radulović y Mišević, con su goleta «Rosario», y los hermanos Kordić, con su cutter «Josefina». Si se tiene en cuenta la fragilidad de las embarcaciones utilizadas en esas travesías, en la mayoría de los casos impulsadas solo por velas, más la peligrosidad de los mares sureños, la intrepidez de aquellos marinos croatas es apenas creíble.
A fines de la década de 1890, el número de croatas establecidos en Punta Arenas y el resto del territorio de Magallanes era de cerca de los mil. Tal fue la cifra registrada por la «Sociedad Austriaca» (posteriormente denominada Sociedad Dálmata) de la nombrada ciudad. Los nombres de la mayor parte de establecidos en la misma década quedaron en el anonimato. De algunos, sin embargo, y debido a que se destacaron en el quehacer del territorio, no solo quedaron bien registrados sus nombres, sino que, a lo largo de varios decenios eran recordados con respeto y cariño por los pobladores. Se trata de Natalio Šimunović, Francisco Brzović, Gregorio Tomašević, Juan Depolo, Jorge Jordan, Vicente Kusanović, Antonio Tafra, Felipe Turina, Antonio Mimica, Jorge Žmirak, Antonio Marušić, Antonio Damjanović, Antonio Žgombić, los hermanos Bonačić-Dorić, los Domić, Goić, Borić, Katunarić, Mladineo, Perić y Pedro Hrdalo.
En efecto, los hermanos Bonačić-Dorić fueron los fundadores del primer astillero naval no solo de Punta Arenas sino de todo Magallanes, conocido con la denominación de «Astilleros Navales Bonacich Hnos. y Cía.», pioneros de la industria naval del sur chileno. Al geólogo Gregorio Tomašević le tocó ser descubridor de ricos yacimientos cupríferos en Cutter Cove. Andres Sviličić es nombrado miembro del Consejo Civil y Naval, y participa en el gobierno del territorio. Con su iniciativa se llevan a cabo importantes obras públicas. Pedro Hrdalo funda el primer periódico del territorio, «El Magallanes». Colaboraron en el mismo Jorge Jordan, Lucas Bonačić-Dorić y Juan Harašić. Además, a iniciativa de Jordan surge la «Sociedad de Bomberos Dalmacia», integrada en su totalidad por hombres de la colectividad, y sostenida por ésta.
A fines de la misma década de 1890 algunos miembros de la colectividad comenzaban a dedicarse a la cría de ganado lanar, actividad en la que veían un gran futuro. Convencidos, que todas aquellas iniciativas que se originaban en la colonia florecían y daban excelentes frutos, las autoridades del territorio facilitó tierras para ese fin a numerosos residentes. En contados años muchos croatas de Magallanes contaban con millares de cabezas de ganado. En cantidades cada vez mayores, carnes y lanas del sur chileno ganaban mercado en Europa, lo que representaba para Chile una importante fuente de ingresos. Entre los artífices del nuevo milagro socioeconómico cabe destacar a Francisco Brzović, Antonio Mimica, Felipe Turina, Natalio Šimunović, Jorge Žmirak, Antonio Tafra, Antonio Marušić, Jorge Jordan, los hermanos Katunarić, los hermanos Goić y Vicente Kusanović.
Vicente Kusanović, a poco de iniciarse como ganadero, vivió una experiencia que por muchos años recordaba todo Magallanes. En cierta ocasión se había desencadenado una de las frecuentes tormentas de viento y nieve sobre la zona donde se encontraba su ganado. Temió perderlo todo; pero no desesperó. Acompañado por dos coterráneos, desafiando al elemento, dirigióse a la zona castigada. Con manos semicongeladas arrancaban a los animales de la nieve, arrastrándolos luego a lugares protegidos por rocas y árboles. Alimentándose con el pan seco, tocino, aguardiente y nieve, trabajaron sin descanso durante siete días. Para no perecer congelados, las siete largas noches sureñas las pasaron entre ovejas. Fue así como Kusanović y sus dos acompañantes salvaron la mayor parte del ganado. Como habían transcurrido nueve días sin que regresaran ni dieran señales de vida, los amigos de Punta Arenas oficiaron una misa «por el eterno descanso de sus almas». Así, gracias a su esfuerzo de aquella larga jornada, pocos años después Kusanović llegó a contar con 25.000 ovejas.
A partir de 1900 ya era notable la presencia de inmigrantes croatas en todo el territorio sureño, y no hubo una sola actividad social, cultural o económica en las que ellos no estuvieran representados. Su fuerza numérica, por otra parte, aumentaba cada año, para alcanzar en 1914 la cifra de tres mil, residiendo en su mayor parte en Punta Arenas. Algunos ex- presidentes afirmaban que en esa época «una mitad de los habitantes de la ciudad hablaba el croata, y la otra mitad lo entendía». Por su parte, chilenos hijos de croatas, nacidos en Punta Arenas, y que en 1956 irían a Santiago, lo mismo que algunos otros chilenos que habían conocido dicha ciudad, entre estos el general Mario Bravo, coincidían en afirmar que difícilmente colonia extranjera alguna llegó a armonizar tanto con el elemento nativo como lo supo hacer la colonia croata.
Sin embargo, fuera de Chile, de todo esto muy poco se sabía en el mundo. Poco se sabía inclusive en países del continente. En efecto, en 1955 encontróse el que escribe, en un café de la calle Bandera, de Santiago, con dos periodistas que acababan de visitar aquella ciudad sureña. Como quien supiera demasiado, afirmaban que no era difícil advertir la obra transformadora realizada por la colectividad «Yugoslava». En sus libretas de anotaciones tenían registradas obras que más les habían llamado la atención, y nombres de personas a las que esas obras se debían en realidad, pero que no eran registradas como croatas. Una verdadera ensalada. Como era natural se les advirtió que carecía de base y de seriedad todo lo anotado; que las realizaciones en el campo urbanístico, industrial, comercial, ganadero, naviero, cultural y tantos otros, eran debidas, en un alto porcentaje, a los integrantes de la colonia croata; que los Paravić, Žgombić, Jordan y Bonačić-Dorić, registrados en sus cuadernos con otra nacionalidad, eran todos croatas, y que, además, ello no era un secreto para ningún vecino de Punta Arenas.
No fue posible averiguar si aquellos dos periodistas publicaron lo que llevaban anotado. Si lo hicieron, y si convencieron, ello se pudo deber al menos en parte, a que los croatas no hicieron conocer la única verdad. Y es hora de hacerlo. El mundo debe conocer a la Croacia emigrada con la imagen hasta hoy casi ignorada; debe conocerla con la imagen de un ejército de paz, formado por más de 2.000.000 de sacrificados trabajadores, empresarios, industriales, inventores, científicos, profesionales, artistas y sabios; ejército que no hizo ni hará conquistas que nada destruyó ni destruirá, sino,que ayudó a construir la grandeza de ese mismo mundo.
Referencias sobre la colonia del período 1920 a 1939. Algunos datos estadísticos
Después de 1920 un importante número de croatas residentes en el territorio de Magallanes desplazóse hacia distintos puntos del centro del país. Como consecuencia de los desplazamientos, más las bajas producidas por fallecimientos, en 1939 el número de afincados en dicho territorio había descendido en ese año a menos de 2.000, de los cuales más de una mitad vivía en Punta Arenas. El mismo fenómeno tuvo lugar en el norte, muy acentuadamente después de producidas las ventas de empresas salitreras. Por esta razón, las colonias de Iquique y Antofagasta, otrora muy numerosas, apenas si eran algo más que simbólicas. Pero al mismo tiempo, las migraciones aludidas, y la incorporación de 4.500 nuevos inmigrados, revitalizaron a las pequeñas colonias existentes en La Serena, Valparaíso, Llolleo, San Antonio, Valdivia y otros puntos, aumentando considerablemente a la más numerosa entre ellas, la de Santiago. Cabe señalar que durante los tres períodos inmigratorios, el tercero de los cuales terminaba precisamente en 1939, el total de ingresados se acercaba a 22.000. Pero a causa de bajas naturales producidas hasta entonces, debido también a que más de ochocientos de ellos había regresado a la tierra natal, y que unos 1.500 dejaron Chile para radicarse en la Argentina, Bolivia y Estados Unidos, el total de radicados en el año señalado no pasaba de 8.000.
A causa de la notable disminución de su fuerza numérica, al desgaste físico e intelectual de los hombres de la vieja colonia, y a ciertos hechos de carácter político que se sucedían en la patria, la vida social y cultural de la colonia apenas si era perceptible en vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Vida social y cultural de la vieja colonia
La colonia croata en Chile, ya desde su fundación, no se destacó como una comunidad creativa tan solo en el terreno material; ella hizo innegables aportes al medio en que se desenvolvía también en el terreno social y cultural. Al mismo tiempo, destacábase sobresalientemente entre colonias hermanas, esparcidas por el mundo, en el quehacer patriótico.
En efecto, en 1896 fue fundada en Punta Arenas la «Sociedad Austriaca», como centro de reunión de la colectividad. En 1901, la nueva institución construye su sede social y el mausoleo. En 1900, a iniciativa de Simón Juan Paravić, Felipe Turina, Jorge Jordan, Jorge Žmirak, Antonio Perić y Lucas Bonačić-Dorić (autor del libro «Oro maldito»), fue organizada la «Sociedad Croata de Socorros Mutuos», cuya finalidad consistía en socorrer a enfermos y ayudar a menesterosos de la colectividad. En 1904 fue organizado el conjunto orquestal de tamburitzas «Tomislav», siendo su director el profesor de música Juan Lokmer. Cooperaron con Lokmer el periodista Miroslav Tartaglia y el profesor Pedro Gašić. Casi simultáneamente fue organizado el grupo teatral croata, primero en su género en todo Magallanes, y también un coro polifónico. Las actuaciones de estos grupos artísticos representaban grandes sucesos, no solo entre los croatas residentes, sino también entre chilenos y extranjeros afincados en la ciudad.
En 1912, a iniciativa de hombres entusiastas y activos, como lo fueron Milivoj Paravić, Juan Pavlov, Juan Trutanić, Jorge Jordan, Juan Škarmeta, Lucas Njirić, Slavko Brnčić, Pedro Goić, Mladen Paravić, Pedro Eterović, Mateo Bencur, Lucas Bonačić-Dorić, Jorge Karmelić y otros más, fue fundada el Club Deportivo «Hrvatski Sokol» (El Halcón Croata). Los halcones, o «sokolinos» como se los prefería denominar, practicaban cultura física y deportes en general. También llevaban a cabo grandes concentraciones y desfiles, haciendo gala de sus vistosos uniformes; particularmente en ocasión de la fiesta patria chilena, y el día 30 de abril, en recordación de la decapitación, por parte de austríacos, de los patriotas croatas, Petar Zrinski y Krsto Frankopan.
En la misma ciudad de Punta Arenas, la colonia croata llegó a contar con su periodismo propio. En 1905 vio la luz el primer periodico croata en Punta Arenas denominado «Male Novine¨ (Pequeño Noticiario), a cargo del periodista Pedro Gašić. Le sigue en orden cronológico «Domovina» (La Patria), que fundara en 1908 el periodista Miroslav Tartaglia, formando parte del cuerpo de colaboradores Lucas Bonačić-Dorić, el doctor Mateo Bencur, Jorge Jordan, Pedro Gašić, Juan Harašić y Pedro Marangunić. «Domovina» fue un órgano muy querido por la colonia, pues era un medio para cultivar la lengua materna, y mantener encendido el fuego del ideal patrio.
En medio de tan numerosa y activa colonia, en medio de tantas instituciones, no podía faltar la presencia de la mujer croata. En efecto, en 1914, a iniciativa de Josefina Mikuličić de Paravić y Apolonia Turina de Juričić, surgió en Punta Arenas la nueva institución Hrvatska Žena» (La mujer croata), que consistía en realizar periódicamente fiestas sociales. La labor principal de la patrióticas era llevar a cabo obras benéficas y enseñar el idioma croata a hijos de residentes. En 1917, con el propósito de reafirmar su carácter de institución patriótica, «Hrvatska Žena» adopta el nombre de la heroína nacional croata Katarina Zrinski.
También en el lejano norte la colonia desarrollaba actividades sociales, culturales y patrióticas. En 1894, los residentes en Antofagasta fundaban la «Sociedad Slava de Socorros Mutuos», que era apoyada por toda la colectividad. Además, en 1902, tres años antes de que ello se llevara a cabo en Punta Arenas, aparece en Antofagasta el periódico «Sloboda» (La Libertad), siendo su director Juan Krstulović. Doce años después vio la luz en la misma ciudad otro periódico, «Pokret» (El Movimiento), que editaba Mateo Škarnić. En 1916 fue organizada en la misma ciudad el Club Deportivo «Sokol» (Halcón), institución que atraía a jóvenes de origen croata, deseosos de practicar la cultura física.
La colonia croata supo en todo momento reconocer y agradecer al país y al medio ambiente en que se desenvolvía, la prosperidad que allí había logrado. Su reconocimiento y gratitud las pusieron de manifiesto los hombres de la colonia, contribuyendo grandemente al bien común de Iquique y Antofagasta. Participaron con su labor y monetariamente en el mejoramiento del aspecto urbano de las dos ciudades; financiaron la construcción de varias escuelas; construyeron y ornamentaron la plaza principal de Antofagasta, y en ambas ciudades fundaron y sostuvieron económicamente sendos cuerpos de bomberos, que en los dos lugares se denominaban «Sociedad de Bomberos Dalmacia».
La imagen de la colonia entre los años 1946 1956
Entre 1946 y 1956 no hubo una gran emigración de croatas hacia Chile, y los grupos no muy numerosos que ingresaron procedían de campamentos de refugiados de Austria, Alemania e Italia. Los nuevos emigrados, por su reducido número, no representaba, de modo alguno, un aumento notable en las familias de la colonia, pues, por causas naturales su número seguía disminuyendo. Así, en 1956, el total de residentes croatas en todo Chile era calculado en 6.000, y estos fueron fundiéndose en la sociedad chilena, destino final de toda inmigración. Ese mismo año 1956 continuaban desarrollando sus actividades, en forma no muy dinámica, la institución «Jadranska Vila», el «Club Yugoslavo», y el «Club Croata», y se editaba la revista ilustrada «Jadran», en los cuatro casos en Santiago. En el campo cultural la colonia fue bien representada por los profesores universitarios Fertilio, Rebune y Weissenberger.
Sin embargo,, fue precisamente en esos años cuando mejor se apreciaba el fruto de los cien años de trabajo y sacrificio de los hombres de la vieja colonia. A lo largo de 4.000 kilómetros de extensión que tiene Chile, en todas las ciudades, y en los campos, era posible contemplar ese fruto. En manos, no ya tanto de inmigrantes, cuanto en las de sus hijos, florecían centenares de industrias, grandes y pequeñas, comercios, empresas de transporte, sociedades financieras, compañías de seguros, industrias de la construcción, campos de ganado, viñedos, olivares, pesca y todas las demás actividades que hacen a la vida económica de un país.
Por último, el fruto más apreciado de un siglo de lucha y sacrificios de los hombres de la vieja colonia, y del que todos los croatas tienen motivo para enorgullecerse, son los hijos y nietos de aquellos lejanos marinos y ganaderos de Punta Arenas, y de pioneros de la industria salitrera del norte. Entre esos hijos surgieron centenares de profesionales, médicos, ingenieros, arquitectos, catedráticos, científicos, diplomáticos, músicos, artistas. periodistas, escritores, deportistas, hombres públicos y sacerdotes.
Monseñor Borić, obispo de Punta Arenas, es hijo de croatas. También es hijo de croata el internacionalmente valorado escritor Roque Esteban Scarpa, y lo son los periodistas Simón Eterović, Simón Stančić y Lenka Franulić (directora de «Ercilla»). Es hijo de croata Radomiro Tomić (ex- candidato a la presidencia de la nación), y es nieta de croata por parte materna, la cantante lírica señorita Barrios Ančić.
Hay una anécdota emotiva relacionada con esta cantante, anécdota que constituye la esencia misma del espíritu croatista de la colectividad. En los años 1948-52, esta destacada exponente del arte lírico chileno solía dar conciertos de temporada en Punta Arenas, en Valparaíso, Viña del Mar y en Santiago. Como un broche de oro de sus conciertos, previamente solicitada la venia del público asistente, entonaba el Himno Nacional Croata, «Lijepa Naša Domovino» (Hermosa Patria Nuestra). En una oportunidad manifestó a este autor que lo hacía en homenaje a su amadísimo abuelo Pedro, a los hombres de la colonia y a la tierra que diera a Chile hijos tan nobles.
¿Cabe agregar algo más? Está todo dicho.
Fuente: Studia Croatica, año 1978, vol. 70-71, pág. 141.